domingo, 12 de septiembre de 2010

Historias Dietaclubistas

Siempre quise escribir sobre este universo paralelo que es Dieta Club. Hace tres años incursioné en él. Lo amé. Lo odié. Lo extrañé. Me fue bien. Me fue mal. Desde hace un tiempo ocupa gran parte de mí tiempo y mi vida. Fui para adelgazar, obvio. Nunca me imaginé que iba a comprometerme con esto tanto tiempo.
Antes del Dieta yo era nata sedentaria, comía mucho, comía mal. Vestía ropa oscura, favoritos negro y azul. Mi casa, mi refugio, podía estar días sin salir. Todo me avergonzaba. De ir al gimnasio, ni hablar. Mi cuerpo, ni se miraba al espejo. Sexo, menos que menos. Superaba los 100 kl. Mido 1.62. Tengo contextura pequeña.
No sabía que tenía una enfermedad. Es para toda la vida. Pero tengo en mis manos la capacidad de controlarla. Nunca me preocupó mi salud. Eso estaba en manos de mis viejos. Ellos siempre preocupados, creo que nunca supieron muy bien que hacer.
Mi vida es diferente hoy, mis hábitos, mis conductas, mi actitud.
Tal parece que tengo puesta la camiseta de la institución como se dice en la jerga de mi profesión. Y si. Me cambió la vida. Me siento bien. Cuando empecé tuve muy buenos resultados. Pero abandoné. Me dejé vencer. Volví en octubre del 2009 y mi paso sigue firme.
Yo no hago dieta, me alimento bien. Eso lo aprendí allí. Tengo un grupo, una vez a la semana. Lo coordinan una nutricionista y una psicóloga. Una semana cada una. Es inexplicable el cariño que generan. En mí, en mis compañeros de grupo. La contención es lo principal. No conozco como son los grupos de auto ayuda, pero se debe asimilar a lo que somos nosotros. Actualmente mi grupo es numeroso, fue y vino gente. Pocos somos los que estamos en esto hace mucho. En primavera florece de gente que empieza el tratamiento. Somos alrededor de 12. Todas mujeres, un solo hombre. Un valiente.
En todos los grupos, cada uno tiene un rol. Descubrí el mío. Motivación, experiencia. Me siento muy cómoda. Me gusta eso de dar ánimo a mis compañeros. Después de haber vivido tanto ahí adentro, tengo mucho para decir. A mi, me motiva saber que los veré ese día. No son amigos. Son compañeros que viven lo mismo que yo. Compañeros de enfermedad. Nos consultamos cosas, nos consolamos cuando no nos fue bien en la balanza, nos aplaudimos cuando nos fue bien. Hay días de catarsis. Hay días en que se mueven muchas emociones. Lloramos. Nos reímos.
Ese día antes de entrar al grupo, nos pesan. Ese momento es de incertidumbre, ansiedad, miedo. Generalmente son momentos de alegría cuando salís de pesarte, porque se bajó de peso. Todos te felicitan. Pero hay días que no, que subís, y es un bajón, pero la contención de los compañeros, siempre alivia un poco.
Al día de hoy, llevo un largo camino y una actitud diferente. Hago actividad física ahí mismo, en el gimnasio. Mi profe es una grosa. Es mas chica que yo, tiene unas pilas increíbles. Empecé con 2 veces por semana, todo un logro, nunca me gusto hacer gimnasia. Para llegar al Dieta Club tengo media hora de ida y media de vuelta a mi casa. Hoy, hago 4 veces por semana y un entrenamiento localizado más fuerte. No me avergüenza ir, encuentro gente como yo, con las mismas dificultades.
Bajé 22 Kl. Me quedan 10 Kl. para llegar a mantenimiento. Mantenimiento es la etapa que le sigue al descenso. Cuando uno llega a su peso posible y saludable. Es la más importante. Porque es el momento de probarse a uno mismo, que puede mantener esos hábitos saludables. No volver atrás haciendo que la enfermedad se descontrole y traiga consecuencias peores.
Ya no soy una mina sedentaria. Soy una mujer activa y saludable, luchando todos los días con una enfermedad.

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