lunes, 20 de septiembre de 2010

¿Inutilidad o comodidad?

En relación a lo anterior, me pregunté si realmente me consideraba inútil. A lo que me respondí que no, tengo grandes capacidades. Solo que hay ciertas cosas que no se hacer. Ciertos temas que desconozco. Vivo sola. Debo resolver problemas por mi misma. Eventualmente pido ayuda. Pero, comodidad que he adquirido hace poco tiempo, recurrir a amigos que sabes que me van a dar una mano, porque manejan eso que vos no. Mi celular, medianamente nuevo, de vez en cuando, enloquece. No soy de esos kamikazes que meten mano, tocan, tocan y arreglan. Cómoda, busco la ayuda de mi amigo ML, tiene un celular de la misma marca. Siempre tiene la solución, él si es kamikaze. Cada vez que termina la consulta dice: que gracias, es un cajón de porrones. Cuando me acuerdo, lo invito una cerveza, es mi amigo. Para cuestiones relacionadas con PC e Internet, amigo antes mencionado MP. Dispuesto a ayudar. Busca todo, y lo manda casi casi cocinadito. Solo hay que hacer uno o dos cliks más. No pide nada a cambio. Una vez dijo: vos sos un pan de dios. ML y MP viven juntos. No son pareja. Heterosexuales. Ponen música fuerte. Como de pieza a pieza no se escuchan, se hablan por Chat. Esos son mis amigos.  

Inutilidad e impaciencia

Hoy me siento una inútil. Mi día empezó de la mejor manera, me levante con sol. Salgo del gimnasio como siempre, sintiéndome en una publicidad de vivir mejor, manzanita en mano, lentes de sol, no había una nube. Llego a mi casa, me baño. Me conecto como habitualmente hago, como si la compu fuera la luz que prendes apenas llegas a tu casa. Messenger no abría. Hotmail menos. Pensé que podría llegar a ser un problema de mí maquina. Ya sentía un poco de nervios en la panza. Me dije, desinstalar e instalar nuevamente. No logré hacerlo. Recurro a mi amigo MP conectado en una red social, es uno de los que me salva en cuestiones técnicas. Él, un bombon de persona, me busca un programita para desinstalar, me lo pasa. Logré hacerlo. Instalo el programa nuevamente. Nada. No funciona. Problemas con mi cuenta WL ID. En ocasiones suelo tener paciencia, ésta no es una de ellas. El haber hecho terapia hace que maneje mejor mi tendencia a la ansiedad. A mi cabeza le dije: hoy no se puede solucionar. Mañana probaré si se arregla. A veces mágicamente al otro día se presenta resuelto el problema. 

lunes, 13 de septiembre de 2010

Los personajes de salsa

¿Qué pasa cuando juntamos un grupo de adultos mayores en un gimnasio y los hacemos bailar salsa? Trabajo la paciencia, en esos momentos descubro que mi umbral de tolerabilidad, es bajo. Se quejan mucho. Hacen comentarios innecesarios. Ruidos que pocas veces escuché.
Pero hay que rescatarles algo, se ponen sus equipos de gimnasia, les quede como les quede, y bailan. Los que van al gimnasio conmigo le ponen huevos y ovarios.
Si me despierto con buen humor y día de sol, hasta les sigo las conversaciones. Me río de un chiste, o dos. Hoy el día empezó nublado y frío. Los viejos con la mejor onda, yo no. A pesar de mi poca paciencia, soy respetuosa.
De vez en cuando encuentro una señora copada que en una semana viaja a las Islas Canarias. Esa mujer tiene onda. Un espíritu que muchos jóvenes perdieron. Ella me inspira. Mide 1.40 pero su energía es de veinte mil voltios.
Las Señoras que recién empiezan Dieta Club, nunca hicieron nada en su vida. Se agitan. Se cansan. Se quejan. De acá a un tiempo, se van a sentir mucho mejor. Hasta tanto no pase, hay que aguantarlas.
Nunca falta “el hombre”. El valiente que va a salsa con esa cantidad de mujeres. Ese, que lo ves después de una semana y bajó un montón. Y que se le nota semana a semana y ni le da importancia. O al menos no da la magnitud en los comentarios, como lo hacemos las mujeres. Hombre, alrededor de 40. Se hace el simpático con la profe.
Ella menudita, gringa, pero con un carácter de aquellos. Le sonríe.  La profe es piola, exigente, insistente. Logra resultados ayudándonos a bajar.
Me gusta imaginar que pasa por sus cabezas en ese momento. Él, que le daría de una. Ella que quiere conservar el trabajo y esta obligada a sonreírle.
Hombres jóvenes, pocos. La vergüenza pareciera que les gana antes que su salud. Pero que los hay, los hay. Más valientes. No se cual es el temita de las mujeres, que si hay un hombre, nos entusiasma más. Ni hablar como se ponen las señoras, casadas, divorciadas, solteras, pero todas se inspiran con un hombre cerca. Yo muda, pero mi imaginación vuela. ¿Si le daría a algún compañero del Dieta? Si, le re daría.
Señoritas, más jóvenes, como yo. Ya hace bastante tiempo que vamos, ya estamos bastante más entrenadas. La profe se regodea con los ejercicios para nosotras. Más peso en tobilleras. Más peso en mancuernas. Más intensidad. Confieso que salgo del gimnasio y me creo el increíble Hulk, imbatible, con fuerza.
Soy una mujer que le gusta ir al gimnasio. Una nueva faceta que descubro en mi vida. Las historias y los personajes que me cruzo ahí, son geniales.
Salgo del gimnasio. Los auriculares a la oreja. Buena música o la radio. Saco mi manzana. Cabeza bien en alto y me siento en una publicidad para vivir mejor. 

Palabras que se unieron hace tiempo... y quedaron en un cajón




Que quedó de aquellas personas que se miran a los ojos y se comprenden, se sienten, son cómplices. A que tiempo hay que volver, a dónde hay que buscar. A veces me pregunto... ¿nos perdimos?... ¿no éramos nosotros?... Voy a mantener la esperanza, la ilusión... me resisto a pensar que olvidamos lo que somos en esencia. Creo en las personas que puedan volver a mirarse a los ojos y sentir mariposas en la panza. 
  

domingo, 12 de septiembre de 2010

Historias Dietaclubistas

Siempre quise escribir sobre este universo paralelo que es Dieta Club. Hace tres años incursioné en él. Lo amé. Lo odié. Lo extrañé. Me fue bien. Me fue mal. Desde hace un tiempo ocupa gran parte de mí tiempo y mi vida. Fui para adelgazar, obvio. Nunca me imaginé que iba a comprometerme con esto tanto tiempo.
Antes del Dieta yo era nata sedentaria, comía mucho, comía mal. Vestía ropa oscura, favoritos negro y azul. Mi casa, mi refugio, podía estar días sin salir. Todo me avergonzaba. De ir al gimnasio, ni hablar. Mi cuerpo, ni se miraba al espejo. Sexo, menos que menos. Superaba los 100 kl. Mido 1.62. Tengo contextura pequeña.
No sabía que tenía una enfermedad. Es para toda la vida. Pero tengo en mis manos la capacidad de controlarla. Nunca me preocupó mi salud. Eso estaba en manos de mis viejos. Ellos siempre preocupados, creo que nunca supieron muy bien que hacer.
Mi vida es diferente hoy, mis hábitos, mis conductas, mi actitud.
Tal parece que tengo puesta la camiseta de la institución como se dice en la jerga de mi profesión. Y si. Me cambió la vida. Me siento bien. Cuando empecé tuve muy buenos resultados. Pero abandoné. Me dejé vencer. Volví en octubre del 2009 y mi paso sigue firme.
Yo no hago dieta, me alimento bien. Eso lo aprendí allí. Tengo un grupo, una vez a la semana. Lo coordinan una nutricionista y una psicóloga. Una semana cada una. Es inexplicable el cariño que generan. En mí, en mis compañeros de grupo. La contención es lo principal. No conozco como son los grupos de auto ayuda, pero se debe asimilar a lo que somos nosotros. Actualmente mi grupo es numeroso, fue y vino gente. Pocos somos los que estamos en esto hace mucho. En primavera florece de gente que empieza el tratamiento. Somos alrededor de 12. Todas mujeres, un solo hombre. Un valiente.
En todos los grupos, cada uno tiene un rol. Descubrí el mío. Motivación, experiencia. Me siento muy cómoda. Me gusta eso de dar ánimo a mis compañeros. Después de haber vivido tanto ahí adentro, tengo mucho para decir. A mi, me motiva saber que los veré ese día. No son amigos. Son compañeros que viven lo mismo que yo. Compañeros de enfermedad. Nos consultamos cosas, nos consolamos cuando no nos fue bien en la balanza, nos aplaudimos cuando nos fue bien. Hay días de catarsis. Hay días en que se mueven muchas emociones. Lloramos. Nos reímos.
Ese día antes de entrar al grupo, nos pesan. Ese momento es de incertidumbre, ansiedad, miedo. Generalmente son momentos de alegría cuando salís de pesarte, porque se bajó de peso. Todos te felicitan. Pero hay días que no, que subís, y es un bajón, pero la contención de los compañeros, siempre alivia un poco.
Al día de hoy, llevo un largo camino y una actitud diferente. Hago actividad física ahí mismo, en el gimnasio. Mi profe es una grosa. Es mas chica que yo, tiene unas pilas increíbles. Empecé con 2 veces por semana, todo un logro, nunca me gusto hacer gimnasia. Para llegar al Dieta Club tengo media hora de ida y media de vuelta a mi casa. Hoy, hago 4 veces por semana y un entrenamiento localizado más fuerte. No me avergüenza ir, encuentro gente como yo, con las mismas dificultades.
Bajé 22 Kl. Me quedan 10 Kl. para llegar a mantenimiento. Mantenimiento es la etapa que le sigue al descenso. Cuando uno llega a su peso posible y saludable. Es la más importante. Porque es el momento de probarse a uno mismo, que puede mantener esos hábitos saludables. No volver atrás haciendo que la enfermedad se descontrole y traiga consecuencias peores.
Ya no soy una mina sedentaria. Soy una mujer activa y saludable, luchando todos los días con una enfermedad.
Hay días en los que me despierto plena y feliz. Creo que aquellos en los que el sol entra por la ventana, son los mejores. Sol de primavera o de otoño, no de verano. Mi departamento es un horno en esa época. Hoy, sin tener actividades por la mañana, hice mates y me dieron ganas de escribir. Creo que twitter, leer blogs y conversar con amigos sobre esto me inspiró. De vez en cuando, puedo llamarlo hobby. Lo hice de más joven, en un cuaderno, relatando mayormente mis dolores amorosos. Hoy sigo sin amor. Pero me quiero más a mi misma que cuando escribía en ese cuaderno.